lunes, 28 de junio de 2010

Algo que decir

¿Guerra contra la prensa: Mentira o verdad?

Por: Alfredo Vaca Rodriguez

Seria tapar el sol con un dedo decir que no han existido o existen medios de comunicación que tengan relación con grupos de poder, que para el gobierno, se han convertido en sus enemigos. Y así mismo, sería negar a la realidad que muy posiblemente, estos grupos de poder tengan una agenda política que, de alguna manera, quisieran trasladarla hacia la opinión pública para influenciar en ella. Sin embargo, no es menos cierto que en la actualidad, el propio gobierno está utilizando la misma estrategia que han usado los llamados grupos de poder o mencionados por el gobierno como poderes fácticos, para que, del mismo modo, influenciar en la opinión pública a través de los medios incautados, eso es más que evidente. Estamos de acuerdo en que el ejercicio de la libertad de prensa debe decurrir sin afectar los derechos de terceros y que si ocurriere, existen leyes para sancionar a quienes zahieren la honra de las personas. Las extralimitaciones de la libertad de opinión pueden ocurrir -como en el caso de Emilio Palacios- en donde, -con el derecho a la duda por cierto-, no se puede infligir adjetivos o argumentos que pueden quebrar el pundonor ajeno. Para un funcionario, un estado o un líder de cualquier tendencia política, un medio de comunicación se puede convertir en un obstáculo si este no “facilita” que sus mensajes políticos fluyan de la manera en que lo necesita. Por esa razón, cualquiera de ellos, hará lo que este ha su alcance para intentar influenciar en los medios de comunicación bajo diversos mecanismos que pueden ser económicos, políticos o legales.

Pero la extrapolación de una lucha por influenciar en la opinión pública puede llegar a extremos peligrosos, no solo para los propios medios de comunicación sino para el propio gobierno; para los primeros por el hecho de que, si su ejercicio de comunicación es en realidad político, se traslucirá en sus titulares de alguna manera y podrían desenmascarar una intención ideológica ulterior, y para el gobierno, mas allá de cumplir con objetivos políticos o de sustentación de un proyecto revolucionario, podría caer en el error de desbaratar sus propios principios de respeto a la democracia afectando a los medios más pequeños por intentar acallar a los grandes. De alguna manera, los medios pequeños y chicos tienen tendencias progresistas y en su mayoría están dirigidos o tienen en su plantilla laboral a comunicadores sociales de hecho que, de ser aprobada la nueva Ley de Comunicación, dejaría en la desocupación a miles de personas. Los principios de libertad y democracia no tienen agenda política, son universales y deben respetarse como tales por el bien de nuestra sociedad.


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